viernes, 25 de marzo de 2011

Redes Educacion Ambiental Y Desarrollo Sustentable

Redes Educacion Ambiental Y Desarrollo Sustentable

Los Informes Meadows (1972; 1992) sobre “los límites del crecimiento”, el Informe Brundtland (1988) sobre “nuestro futuro común”, las Conferencias de los Organismos Internacionales sobre el medio ambiente y el desarrollo han posibilitado que en las últimas décadas del siglo XX haya emergido con fuerza un nuevo concepto con pretensiones de solucionar los graves problemas ecológicos y sociales que por diversas circunstancias (crecimiento económico mal planificado, desarrollo de la sociedad de consumo, impactos negativos sobre el medio, injusticia social …) han sumido a la civilización actual en una profunda crisis ecológica y social. El siglo XXI ha comenzado apostando abiertamente por un desarrollo sostenible(1promotor de una reconfiguración económica, social, -también necesariamente educativa- sobre la base de una nueva ética basada en la responsabilidad y en la solidaridad entre los seres humanos y entre éstos y el resto de la naturaleza, desde una óptica intra e intergeneracional, ampliando el sentido de “comunidad ética” como comunidad de intereses, al conjunto de seres vivos.
La crisis global del planeta causada por procesos de desarrollo que están siendo insostenibles ya no es una tesis mantenida por unas minorías; es una constatación compartida por científicos, políticos y grupos sociales; pero las complejas dimensiones que la configuran, en las que están involucradas estrategias de comportamiento humano y de organización social, son difíciles de formular desde una perspectiva unidimensional.
El desarrollo es un proceso que esta estrechamente relacionado con el cambio ambiental; no puede examinarse desde un punto de vista exclusivamente económico, sino también en relación con aspectos ecológicos, sociales y culturales. Cualquier concepción de desarrollo cuyas propuestas orienten la actividad económica y social hacia unos determinados objetivos ignorando el contexto ambiental del sistema social, lleva a corto o medio plazo a un proceso de deterioro del medio natural que incluso puede frustrar el logro de los objetivos socio-económicos. Las consideraciones de orden ambiental no pueden ser ignoradas a menos que el desarrollo se vea comprometido. Pero también una concepción estrictamente ecologista o ambientalista, que haga abstracción del sistema social, de sus conflictos, desigualdades y equilibrios, ocasiona un deterioro del medio ambiente, al no considerar los factores causales de orden social y económico que dan origen al desarrollo y al aplicar criterios de racionalidad ecológica ajenos a veces a los objetivos sociales.
El desarrollo sostenible es un concepto dinámico que requiere un conjunto de procesos de cambio en las relaciones entre los sistemas y procesos sociales, económicos y naturales propiciadores de una confluencia equilibradamente integrada entre el crecimiento económico, el progreso social, y el respeto por la diversidad biológica (Goodland, 1997), y la diversidad cultural. En los comienzos de este nuevo siglo parece que hay un amplio acuerdo en considerar que el desarrollo de una sociedad puede ser sostenible cuando pueda conservar los sistemas que hacen posible la vida y la biodiversidad, cuando pueda asegurar que el uso de los recursos renovables es menor que la capacidad del medio ambiente para renovarlos, cuando pueda minimizar la destrucción de los recursos no renovables y disponga de tecnología para sustituirlos; cuando pueda mantener la capacidad de transporte de los ecosistemas, y cuando pueda propiciar un equilibrio económico capaz de asegurar la justicia social (Moffat, I. 1996; Folch, R. 1999).
La sostenibilidad implica pues la búsqueda de una convergencia entre el crecimiento económico, la protección ambiental y el desarrollo social. Pero hace falta una voluntad política, una concienciación ciudadana y un compromiso social para iniciar una transición hacia formas más sostenibles del desarrollo. Para evaluar esa transición los Organismos e Instituciones internacionales tratan de construir un aparato teórico que fundamente la idea de la sostenibilidad del desarrollo a partir de análisis y experimentaciones contrastadas sobre su aplicación en contextos reales. La Comisión Europea ha evaluado un catálogo de los subsistemas que componen el desarrollo sostenible y la interacción existente entre las numerosas variables definidas para cada subsistema. Las Naciones Unidas promociona investigaciones tendentes a determinar los nuevos indicadores del desarrollo humano sostenible, teniendo en cuenta que la elección de los mismos no es un asunto exclusivamente técnico, sino una cuestión política que define el procedimiento en su determinación; lo cual influye en la formación de nociones sobre la propia forma de concebir la sostenibilidad y alerta sobre la importancia en la elección de los procedimientos de selección o definición de indicadores en base a procesos explícitos, abiertos y transparentes. Pero dado que la sostenibilidad tiene que ver con múltiples aspectos y variables de la realidad social, económica, ecológica y ética, es preciso determinar indicadores multivariados, fácilmente reconocibles como tales, fáciles de aplicar, y susceptibles de algún tipo de medida, que informen sobre el estado de desarrollo sostenible alcanzado en un momento dado en los diferentes ámbitos de interacción humana. El desarrollo no es reductible a un solo grupo de valores; es preciso combinar indicadores; esta información es de gran importancia en el ámbito político- social para tomar decisiones que orienten o reorienten el desarrollo alcanzado, y también en el ámbito de la educación, ya que a través de la mediación educativa, los ciudadanos pueden adaptar su comportamiento habitual a formas de comportamiento más sostenibles si tienen un referente -indicador- para evaluar sus acciones.
Los indicadores sirven para generar una mayor conciencia de lo que significa trabajar hacia la sosteniblidad a nivel global y a nivel local, a nivel colectivo y a nivel individual, por la coherencia que se puede dar a las actuaciones al interrelacionar ambos ámbitos; se seleccionan como elementos representativos de aspectos relevantes que visualizan la sostenibilidad en un contexto y en un tiempo determinado; son por lo tanto, una herramienta útil para la toma de decisiones, para su plasmación en objetivos de desarrollo sostenible y para la puesta en marcha de acciones para alcanzarlo (Almenar, R. 2002); pero hace falta desarrollar y contrastar sistemas de indicadores internacionales standard como un medio de controlar los procesos globales de la sostenibilidad, desde la aplicación de políticas regionales y locales coherentes con los resultados de su aplicación.
Las primeras aplicaciones de indicadores son las que establecen la base desde la cual poder evidenciar el progreso conseguido. Visualizar “donde estamos” y “hacia donde vamos” es importante para comprender cómo de sostenible es nuestro mundo. De ahí la importancia de la comunicación de los resultados de la aplicación de indicadores a través de los medios de comunicación o de audiciones publicas. Los índices de sostenibilidad muestran los aspectos positivos y negativos de las políticas aplicadas, y por tanto, representan una buena base para el desarrollo, análisis, ajustes y mejora de las políticas a aplicar. La comunicación pública de tales índices genera un mayor conocimiento sobre los aspectos del desarrollo que se requiere mejorar para reconducirlo hacia mayores niveles de sosteniblidad.
¿Una utopía? En cualquier caso una redefinición del concepto de desarrollo orientador de acciones políticas, sociales -educativas- y personales. Porque el cambio que requiere la búsqueda de soluciones a los problemas generados implica a la propia forma y estilo de vida de todos los habitantes del planeta; e implica a la educación por su influencia en el replanteamiento sobre la forma en que los seres humanos nos relacionamos con el mundo que nos rodea. Nuestras actitudes respecto al entorno y la forma en que desarrollamos nuestras relaciones entre grupos sociales y países son el resultado de unas preconcepciones que se explicitan en valores y criterios que aplicamos al actuar. La educación no puede quedar al margen de este centro de reflexión; la propia concepción de la escuela como motor de cambio social, subyacente en las propuestas ministeriales, obliga a redimensionar su papel en relación a los problemas involucrados en el desarrollo sostenible de la comunidad en la que esta ubicada, y a desarrollar acciones educativas para fomentar los valores de la sostenibilidad, la creación y/o modificación de actitudes que los desarrollen y la permanente actualización de comportamientos que los apliquen.

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